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-137- rudo, oírme algún sermón. Para esto dejó una tarde su ganado y se vino al pueblo; llegó al sitio donde estaba predicando y al poco rato se volvió a ~u cam– po. Preguntóle después su amo qué le había parecido el sermón y respondió: Aquello yo también lo di– ría. ; Si el Padre tenia una Paloma blanca que se lo iba diciendo todo al oído/ Confieso, Padre de mi alma, que, aunque la fe nos enseña esto, lo– digo con rubor, por lo que usted no ignora del que soy; pero ¿cuándo seré otro? Esto me trae tan amar– go, que rinde más mis fuerzas corporales que toda. mi tarea. » (1) El capitán general, Conde de Lusaria, tenía fa· ma de hereje o poco afecto a la religión. Fuese pro– vocación suya el acto de atravesar la plaza·, o, lo que parece más probable, fanfarronería, lo cierto es que, él causa de la estrechez de la calle, no podía. volver atrás, creando con su imprudencia un graví– simo conflicto al Beato, que pudo terminar con un– día de luto para Málaga. Al verlo el Beato y darse cuenta del peligro, dando una voz formidable, dijo : - «¡Hijos, hijos, abrid calle! Dejad pasar al que representa entre nosotros a nuestro Soberano, y– Dios nos manda respetarlo en los que lo represen– tan. » El Señor dió tal virtud a estas palabras, que el. público abrió una calle, dejando pasar al capitán ge– neral, aunque desahogando a voces su rabia. El ca– pitán general no creyó salir vivo del lance, y, llene. de agradecimiento, mandó llamar al Beato, que fué sin demora a visitarlo. Le dió repetidamente las gra– cias y muchas satisfacciones, le besó la mano con gran devoción, y en la recepción inmediata dijo a los concurrentes: (1) El Director Perfecto.-Carta del 12 de marzo– de 1779.

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