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-136- rnen, (1) que era la tarde del castigo de Málaga, y que éste era: gladius uniuscujusque adversas proximum suum . Desahogaron todo su ardor en gritar a toda fuerza: ¡Viva la fe de Cristo! ¡Viva la Santa Iglesia! ¡Viva la palabra de Dios! etc., y el pobre general se llevó un sin número de maldiciones. En esta tarde, al concluir la plática, dije al pue– blo que yo salía por su fiador delante de Dios, que me cargaba de todos sus pecados, para que Su Majestad en mí y no en ellos los castigase, con tal que me diesen palabra de vivir bien etc . Se enteí– necieron con esto y con el acto de contrición que hice con una imagen de bulto de María Santísima Ntra. Señora. De este conjunto de cosas, ya unas , ya otras, especialmente las dos referidas del núme– ro de pecados y de cargarme yo con los de todos, ha sido después fuerte la congoja, angustia y caimiento de ánimo: si había ment;do en lo primero, si había temeridad en lo segn ndj . No es deci ble, Padre mío, lo que sobre esto lrn ocurrido. Me ha hecho der.ra · mar algunas lágrim'lS en la oración el nuevo peso que sobre mí he cargado, porque no sé si por él me perderé y perderé a mi Dios para siempre. Otro desconsuelo gravísimo tuve de no haber hecho un evidente prodigio, cuando las tropelías del señor General, mandando a las mulas que adorasen a su Criador allí presente; mas mi falta de fe y mi cobardía me lo impidieron. Mucho voy cansando a usted; mas todo quiero comunicárselo. Una especie he oído, qué sé yo si con gusto o con el modo debi– do. Se cuenta por la ciudad y fuera de ella, que en esta Misión deseó un pobrecillo ganadero, sencillo y (1) Estas almas sa ntas, que vieron el castigo que amenazaba a Málaga, serían la M. Zayas y otras diri– gidas del Beato, de santidad extraordinaria .

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