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- 135- comunidades, no sólo de religiosas, sino también de· religiosos, fué mucho lo que en aquella noche se hi– zo de oraciones, ejercicios, etc., para aplacar a Dios. Los seglares, llorosos y confusos, unos se fueron al Calvario, otros a sus casas, todos asustados. Se hi– cieron innumerables promesas, rogativas, confesio– nes generales, que aun siguen y seguirán, porque no se puede dar abasto a todo .» Atropello del Capitán General. - «EI día si– guiente, lunes, día de la Penitencia, fué como un Jueves Santo; las Iglesias llenas de gente, cerradas las tiendas y oficios, especialmente por la tarde. For– móse la procesión, que tardó en salir cerca de hora y media, por la multitud del concurso de sólo hom– bres. Llegamos a la Plaza, sitio destinado para la plática, donde esperaba toda Málaga, no cabiendo aún en ell a tanto concurso. Subí a los balcones del Cabildo, y, estando predicando, sucede venir con su coche y dos soldados de batidores, con espada en mano, como es uso , el seiior general, (que según su vida y modo de pensar es tenido por hereje, aunque se ignora la religión que sigue, porque es extranje• ro.) Alborotóse todo el concurso, que se cree pasaría de 20 .000 almas , y se pr incipiaron a amotinar, por– que ya en otra tarde había atravesado con violencia por medio del concurso, de que resultaron algunas desgraci as y estuvo muy inmediato a un levanta– miento, en que hubie1 an sucedido mil desgracias, porque estaba también alguna tropa sobre las armas. Yo me sobresalté infinito; mas el Señor medió es– fuerzo para contener al pueblo, que a mis voces se contuvo, y lo dejaron pasar francamente. Lo grave de este suceso no cabe en relación: só– lo viéndolo puede hacerse juicio de la grande mise– ricordia de Dios en que no hubiéramos perecido entonces. Yo creo , y otros son del mismo dictá-
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