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XIII ·// perseguido por ella con furia satánica, la arro– jaba con indignación, pereció nuestro imperio colo– nial, núestra significación de gran potencia, nuestro ejército, nuestra marina, nuestro patrimonio científi– ·CO y artístico, la fe de nuestro pueblo y el espíritu de nuestra raza, quedando convertidos , en un siglo largo de luchas y revoluciones espantosas, en un pueblo dejado de la mano Dios, que siente ya grie– t earse el edificio mismo de la unidad nacional. El Beato Diego José de Cádiz es ese embajador y ministro plenipotenciario, enviado por Dios para sal\'ar a España. En estas páginas vení el que sepa Jeer una visión nueva de la historia de los tiempos modernos. Verá la aparición de S. lldefonso, déíndo– le a comer el mister ioso libro; la de S. Pedro y San Pablo, adnumerándolo entre los apóstoles; la visión en que se le da el espíritu de S. Bernardo, y cantan sobre Espalla los ángeles y bienaventurados el Lau– da/e Dominum omnes gentes; verá cómo al apro– ximarse el Beato Diego a la Corte llora la Virgen .Santísima , Patrona del Reino, y se resist e la mano de Cristo a castigar a España, enviándole gradual– mente sus castigos para que vuelva en sí y se con– vierta. Gime el alma y se angustia, al ver la reproba– •Ción de la Corte, y nos llenamos de indignación ante .la ceguera de nuestras clases directoras, insensibles en presencia de tantos milagros, y ante la dureza in– •comprensible de nuestro pueblo, que, con dejarse ga– nar de la impiedad y la licencia, e invadir por el odio a la religión y la codicia sacr ílega, hipotecaba su porvenir y nos legaba una triste herencia de revolu– ciones y expiaciones históricas. Veremos el momen– to en que se divorcian ¡quién sabe hasta cuando ! la España oficial y la España creyente, sin que hayan bastado a llenar el abismo que las separa ríos de :sangre, ni la ruina de la grandeza española, ni la li -

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