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-125- etc. Me paré en la costosísima obra de la casa de las comedias, no habiendo aquí un hospital para enfer– mos, una casa de crianza para niñas huérfanas, ni cuarteles suficientes para los soldados etc . Levanté el grito hasta decir no podían sus señorías, sin arries– gar y perder su alma, atender a dicha obra , abando– nando estotras, aun prescindiendo de las fatales con– secuencias en lo espiritual. Ya, creo, llevaría hora y media de sermón, y para concluirlo, fui confirmándolo con ejemplos terribles de la divina Escritura: Et erit anima tua pro ani– ma ejus, et s ang uinem ejus de mana tua requi– ram; y que la vida más justa en lo pecul ia r o perso– nal era perdida, si no se le agregaba este ce lo y so– licitud; con el ca:,o de Helí, a quien juró Dios por su divinidad que no le perdonaría, y que, mu riendo de repente, dice San Juan Crisóstumo, que nomen ejus de libro vitae deletum est, por su omisi ón. Llamé la atención a sus discordias y al conoci– miento del estado del pueblo. Traje el pas aje del Profeta con el rey Acab (3. º Reg. ·20 40) cuando le dijo: Hoc est judicium tuum etc.; la parábola de Natán a Da , id , y el: Tu est il!e vir. Tomé e l santo Cristo, les dije se estuvieran sentados, y ¡oh Padre de mi corazón! lrruit in me spiritus irae furoris Domini... Con un furor extraño, como ebrio de ira santa: Este es aquel Dios, dije con grito formidable, que sin temor a los poderosos del mundo sabe aho– gar a un Faraón, acabar con un Senaquerib y poner entre las bestias a un Nabuco. Este es aquel Dios, dije segunda vez con mayor grito, y, dando un fu– rioso golpe sobre la mesa con el pie de la cruz, saltó hecha pedazos la imagen del Señor, y cayó por los suelos. Sentilo interiormente, pero siguiendo mi asunto hasta la cruz, dije, y proseguí tres o cuatro minutos con aquel ardor; y templado alg o, puse la 11

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