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-124- Llegó la tarde del 27, segunda y última para el Ayun– tamiento, y habiendo precedido lo encargado por us– ted, y el encargo peculiar de nuestro limo. de que hablase con ardor y fuerza, fui, principié la plática con ardentía de espíritu, por la expresión de los san– tos Padres y Sagradas Escrituras, de lo difícil de salvarse un Juez, Capitular o Padre de la República. Seguí proponiéndoles cuánto debía ser su miedo de perderse etc., y cuánta su deuda a cumplir con sus obligaciones, para que no se verificase. Fué el asun– to la obligación de un Senado con su pueblo, que se llena con el celo en orden a sus costumbres y la solicitud de sus temporalidades. En el celo hablé fortísimamente contra el abuso de tolerar escándalos en las personas ilustres (este fué el encargo de su Ilma.) a quienes por respetos huma– nos ni se reprendía ni se castigaba. Dije para esto mu– cho, especialmente la ley del Evangelio: Si oculus tuus etc., confirmada con la reprobación de los án– geles malos, con el caso de Saul con su hijo Jonatás, y más del Eterno Padre con su Unigénito, y grité: Si proprio Filio suo non pepercit Deus ¿se atreve vuestra seíioría a perdonar o disimular a un pecador, porque es poderoso? Hablé contra otros varios abu– sos o pecados públicos del pueblo, asegurando que sólo su tolerancia bastaba para que sus señorías no pudiesen salvarse. Traje el: Talle cunetas princi– pes populi, et suspende eos contra solem. (Nú– meros 25) por igual disimulo etc. Dije mucho, y no es fácil referir a usted la fuerza interior y exterior con que hablaba. En la solicitud de las temporalidades propuse el ejemplo de José en Egipto, de Dios nuestro Sefior con su pueblo, de Cristo, nuestro bien, con las tur– bas. Cargué la consideración en los abastos, Pósitos, pesos, medidas, oficios de escribanos, estafadores,

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