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- 123- o muy aficionada a una cosa, que ve difícil de con– seguir, insta con humilde y amorosa instancia a que se la den. No sé explicarme de otro modo. Nada ha habido de habla o locución interior, ni he oido, ni en – tendido por modo sobrenatural, nada más que tma natural ocurrencia, qué se yo si defectuosa por ser en la ocasión que sucedió. Sea lo que fuere, yo haré lo que usted me diga. » (1) Contes,tación del Padre González: «Sea como fue– re, inspiración, ocurrencia natural, pensamiento tuyo, de Dios o del enemigo; no por lo que él sea, sino porque nada tiene de reprensible ni de indecente, rectificando la intención, preparándote al lance con la oración, a que te darás aquel día, sometido todo al querer divino, y, si puedes tomando antes disci– plina y dejado todo a Dios, haz lo que piensas, pero de ningún mo,do poniendo el santo Crucifijo en el suelo, sino después de lo que digas, contrayendo al S eñor los respetos 1ue dices, déjalo sobre la mesa capitular u otro sitio decente, de modo que los sor– prendas, y te retires con espíritu de suavidad y cor– tesanía. Conviene, y ya no puedes dudar que lo manda Dios, porque yo en su nombre te lo apruebo y man– do. » (<!). Rompe el Crucifijo. - Armado con las enseñan– zas de su Director, se decidió a practicar lo que le inspiraba el Espíritu Santo: «Luego que leí el or– den de usted- escribe a su Director- sobre el modo de concluir la Misión a la ciudad, lo abrazó mi alma con la fuerza, paz y sosiego que usted no ignor~. (1) «El Director Perfecto», Carta del 17 de noviem– bre de 1778. (2) El Director Perfecto. Carta del 18 de diciembre de 1778.

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