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-119- to, y yo exhortando por las calles con al~ún vigor y oportunos no estudiados pasajes de la Divina Escri– tura, con que, movido el pueblo, tuvimos un crecido y respetable concurso. Ha seguido y sigue esta ta– rea tres dias en semana en la parroquia de Santiago, presidiendo el Ilmo. Los intermedios me voy a los cabos de barrios, donde en las grandes Iglesias de sus conventos predico a los que concurren. Hoy le .toca a su convento de usted, y el domingo pasado fué en el de los RR. PP. Dominicos , y mañana en los PP. Mercedarios Calzados. Al Clero se tendrán tres dias, y a la ciudad uno, por que parece lo quieren re– servadamente. Pero , Padre de mi corazón, ¿cómo diré a ust ed mi profundo, bien que no inquieto, desconsuelo, al ver la ninguna o levísima moción del pueblo? Cator– ce días cuento hoy y aun no he notado fruto alguno ni en el asunto de las discordias ni en otro alguno. ¿Lo creerá usted? Pues así es. ¿No es visible el cas– tigo de mis culpas? Mas le digo a mi Dios no me castigue con males ajenos, sí con trabajos propios. Le pido, le clamo, bien que siempre tibiamente; mas nada adelanto. Los concursos, por lo común, menos que medianos, y todo así. El confesonario se lo lle– van las personas devotas, pues nada, nada viene es– pecial. Predico nó sé cómo: duro, fuerte, despegado. y oscuro. Ni sé, ni me parece pueda otra cosa. Si esto ~igue así, y Dios no hace de las suyas, yo me iré, dejando al pueblo en peor estado que lo hallé. He pensado hacer algunas mortificaciones de dos o tres disciplinas al día, más tiempo de cilicio, rigor en ayuno, etc., mas sin su orden de usted no lo ejecuto. Uso los cilicios el rato del púlpito y confesonario, y el ayuno, comiendo carne. Ahora me siento sin en– deblez ni quebranto alguno. ¡Bendito Dios! Con esta desazón estaba una noche recogido o

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