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-113- él a todas horas, produjo entre los dos la más estrecha familiaridad, y en mi cierta libertad de- hacerle inte– rrumpir la lectura, oración y demás tareas en que so– lía estar siempre ocupado, obligándole a pasearse conmigo, a pesar de las excusas que solía alegar para que se le permitiera continuar el trabajo, si bien, a poco que yo le instase, respondía con mucha gracia: «Acabóse: usted es mi amo»; y en todas ocasiones observé ,..esta misma subordinación, la cual no podía dejar de pasmarme, aunque procuraba disi– mular mi admiración, conservando cual convenía pa– ra su salud esta especie de superioridad o dominio sobre un sujeto que, al mismo tiempo de confundir– me con su heroica virtud, robaba mi corazón y me llenaba de veneración y respeto. » (1 ). Cruzáronse en este retiro dos cartas a cual más bellas: la del P. González , que le da a conocer su misión, y lo anima y prepara para ella, diciéndole que él está destinado por Dios para que, armado de su omnipotencia , sabiduría y virtud, declare guerra al dominante libertinaje y a la oscurísima ilustración del siglo tenebroso, y asegurándole que lo postrará, lo confundirá y exaltará sobre sus ruinas las glorias del Crucificado, haciendo renacer el espíritu del cristia– nismo. La contestación del Beato a esta carta profé– tica es no menos admirable. Siente el mundo peque– ño para conquistarlo y ganarlo para Dios. (2). De Priego salió precipitadamente para asistir a la M. Zayas, que estuvo a la muerte, y desde allí escribió al P. González, el cual, cada vez con más claridad, le va anunciando los acontecimientos que le esperan. Estos son nada más que ensayos , en los que el Señor lo va ejercitando, preparando y gra- (1) Cardenal Vives, pág. 53. (2) Director Perfecto. Carta del 30 de julio de 1778_
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