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-111- ¡Milagro asombroso! Al hacer sobre las nubes la señal de la cruz, cesa de ll over y las nubes quedan como un toldo sobre sus oyentes. En todo el espacio del sermón, que duró hora y media , no cae ni una gota, y cuando se han retirado todos , y apenas lle– gan a sus casas, vuelve a ll over con tal furia quepa– rece un diluvio. ¿Cómo extrañar ahora la conversión de toda una ciudad, testigo de tan gran milagro, por la elocuencia sobrenatural del gran Apóstol? (1) Al abandonar a Córdoba, dej aba reformada la ciudad , acabadas las comedias y dispersos los cómi– cos, lo mismo que en Cádiz. En la campaña tan enér– gica que emprendió contra el teatro volteriano de su tiempo , no se contentó con cerrarlos, sino con de– molerlos hasta los cimientos; y como la caridad es benigna , procuraba que los actores y actrices toma– ran otra ocupación, los socorría o mandaba socorrer– los, se valía de su influencia y de sus amistades para buscarles una colocación decente, con tal de que no volviesen a pisar las tablas . Si el teatro español se resintió de aquel enérgico cauterio, no se puede neg ar que la corrupción es– pantosa , el ambiente satánico y burlesco con tra los fund amentos de la religión y el orden social, y los estragos que causaba en las costumbres, justificaron sobradamente esta medida. De Córdoba pasó a S evi lla, en I<> que tuvo una entrevista con su Director, y salió para Málaga, desde donde escribió lo siguiente: «En Málaga hice la novena de S. Féli x con algún quebranto, porque el pecho se indispuso un poco y dos o tres días es- (1) El P. Alcober pone el milagro dP. la lluvia en 1788. Hemos procurado esclarecer las fechas, y no nos ha sido posible. En el casn de que pudiera averiguarse, habría que rolocar el hecho en las Misiones correspon– dientes a dicho año.

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