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1 _,_, ~ ! '· - 110- habiéndose preparado muy bien y edificado a la Comunidad, se encontraba de cuerpo presente. Predicando en esta misma Iglesia de San Pablo, lo vieron despedir rayos de luz por su semblante, y que, en un arranque de celo, se dirigió al sepulcro del Beato Posadas, y le dijo que se levantara de su tumba para ver a Córdoba tan corrompida. Rompió a llorar el auditorio, y se siguieron a estas palabras numerosas conversione!'-, una reforma general de costumbres y el que muchas personas de la pri– mera nobleza abandonaran el mundo e ingresaran en el claustro .. . Lluvia milagrosa.-No cabiendo ya en ninguna Iglesia el concurso, fué preciso trasladarse a la pla– za de la Corredera. Inmenso gentío escuchaba al Siervo de Dios, cuando de pronto se nubló el cielo y rompió en copiosa lluvia. Empezó a impacientarse el auditorio. El Beato les mandó a sus oyentes cu– brirse para que no se mojaran. Arreciaba la lluvia por momentos, y entonces el Apóstol, enarbolando su Crucifijo, prorrumpió en esta deprecación: - «¿Es posible, Señor, que, cuando estas pobres almas vienen a oír vuestra divina palabra, y nosotros se la anunciamos en vuestro santo nombre, habéis de permitir que se impida e interrumpa este santo ejercicio? » Y levantando la voz, con una fe enternecedora, añadió: - «En nombre de la Santísima Trinidad, de mi dulcísima Madre del Buen Pastor, del glorioso Ar– cángel S. Rafael, protector declarado de esta buena ciudad y por los méritos de mi V. Padre Posadas, al cual he recomendado esta Misión, cese pronto esta agua. » (1). (1) C. Vives, pág.51-P. Serafín de Ardales, pág. 48.

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