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- 104- Uos guías que nos da Dios, si en estos grav1s11nos negocios los desamparamos, y, ciegos que somos ,respecto de nuestro propio interior, nos conducimos? .¿Faltó tiempo? ¿Era indispensable resolverse? Pues admitir humilde, rendirse resignado, y tomárselo pa– ra consultar: que en vista de la resolución que diera el que debía darla, siempre lo había para repre– .sentar. No hay disculpa: se obró muy mal, y debe repa– rarse el escánd&lo que se ha dado con la renuncia a ,cuantos la han sabido. No quiero decir que ha peca– do gravemente; pero sí que en esta parte ha sido y ,es muy reprensible su conducta, pero no irremedia– ble. Usted me pregunta: ¿Qué debo seguir? ¿Qué deberé hacer? Y como yo amo, (más que lo que pue– de pensar) su alma, y creo que seriamente usted lo ,desea, oiga mi parecer para rendir el suyo. Le amo– nesto, le insto, y, en el nombre de jesucristo, como ministro suyo, le conjuro y le mando, que luego, lue– :go, luego que lea ésta, se ciegue y escriba a su Su– perior, pidiéndole humilde perdón de su instancia, y rogándole que, si puede ser, lo destine a servir, si q10 como Maestro o pedagogo, como ayudante a los Novicios de Sevilla; y otra carta a su Lector, ,dándole las gracias de sus oportunos avisos, confe– ·sando su culpable soberbia y amor de su gusto, e interesándolo con sus Superiores para que lo des– iinen a aprender a ser capuchino en el Noviciado ,de Sevilla, quedándose con copia de lo que escriba y le respondan para mandármelas. ¡Padre, Fr. Die– go ! ¡Padre, Fr. Diego! ¡Amado mío en el Señor ! Ha– ,ga esto y verá cuánto adelanta , donde erradamente ,creyó atrasarse. Desengáñese y crea que , no los Superiores , sino ·el amantísimo Dios, para los fines que ahora le diré, ile nombró Maestro de este Noviciado, y no a ellos,
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