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-99 - Fué desde entonces un gran amigo y protector del Beato Diego. A todos estos sermones se siguió después la Cua- - – resma en la Santa Iglesia Catedral. La grandiosa Basílica era el punto de reunión de toda Sevilla p:=ira oir al Apóstol. El sermón del Juicio universal parecía verdaderamente el día del Juici o. Asistían el Arzobispo, el Obispo Auxiliar, el Cabildo en ple- no, e inmenso pueblo que se estru jaba y llenaba por completo las anchurosas naves. Diríase que el apóstol San Pablo o el profeta Elías habían bajado a anunciar el día del Sel1or. Su voz de trueno, su semblante, que parecía despedir llamas, su predicación terrible causaron tal pánico en la inmensa muchedumbre, que se creyó que las gi – gantescas columnas flaqueaban y las bóvedas de la Catedral se les venían encima. Obráronse aquel día grandes conversiones , espe– cialmente de un inglés, que había viajado por toda Europa, visitando a Voltaire y Rousseau y los prin– cipales enciclopedistas. Poseía las obras de estos impíos y era muy aficionado a la literatura. Al ver tan gran concurso, quiso oir al Apóstol, rogó al se– ñor Deán que le dieran un sitio, donde poder escu– charlo, y , convencido y asombrado, pidió al Beato ser instruido en la Religión Católica. Lo fué, en efecto, y pasó por el más doloroso sacrificio para él, que fué el quemar todas las obras de Voltaire y de los enciclopedistas que poseía y renunciar a sus aficio– nes literari as . Infundi óle el Beato grandísimo horror al teatro y las comedias, llevó en adelante una vida ejemplarisima y dió muchas limosnas, influyendo por su posición , mucho más tarde, en las conversiones de los protestantes de Cádiz, sobre los que tenía gran ascendiente. Cerró esta Cuaresma con el sermón de Pasión,

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