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-98- del Salvador, Ejercicios al clero secular y regular, a los que asistían el Sr. Arzobispo, Delgado y Vene– gas, y el Obispo Auxiliar. Escucharon estos sermo– nes muchos eclesiásticos de rodillas, y de rodillas. también les habló siempre el Beato Diego, en señal de profundo respeto al sacerdocio; y se cu entaque, · al entrar una tarde el P. Maestro Miras, de la Or– den de S. Agustín, se encontró al P. Maestro Fray Sebastián Arzad, Regente de Estudios de S. Buena– ventura, hincado de rodillas y corno enajenado, oyendo al gran Apóstol, y le preguntó: - Arzad, ¿qué haces aquí? - ¿Qué quieres que haga? Si veo que el que nos predica es Jesucristo, no puedo estar de otro modo más reverente pi:lra oírlo, que permanecer de ro– dillas. La Duquesa de Medinacel i se lo llevó a su Palacio de la Casa de Pilatos, y, mientras estuvo hospedado en él, predicó en las Iglesias cercanas, dando Misiones en cada una de ellas, y, por último, se trasladó al Hospital del Cardenal, donde estaba de Administrador un hermano de su Maestro y com– pafiero el P. Eusebio de Sevilla. Preciábanse de hospedar a un santo, expiando con devota curiosidad sus acciones, y quedando edificados y conmovidos por aquella santidad extraordinaria. Dios les premió a cada uno el amor a su Apóstol. Los duques de Me– dinaceli volvieron a la gracia del Rey y del marqués de Malpica, y alcanzaron honoríficos empleos y en– laces para sus hijos, como se lo prometió el Beato Diego. El Administrador del Hospital, D. Manuel Sanz, experimentó una visible protección de Dios, cuando sus émulos le despojaron de dicha adminis– tración. El Arzobispo Delgado y Venegas fué lla– mado a la Corte, creado Cardena l, Patriarca de las Indias y Vicario General de los Ejércitos y Armadas.
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