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-86- Málaga, él lo sostendrá; cuando rompa, predicando, el Crucifijo, en un ataque de furor sobrena tural, él lo tranquilizará; cuando, desalen tado y lloroso, con– temple a la gracia rebotando en los corazones, él lo consolará, y cuando en día trágico vea la reproba– ción de su patria, él deja rá escapar aque l profético ¡ay de España!, ll ora ndo con su Fr. Diego por el porvenir de su nación. Ent re el repugnante espectá– culo de la España del siglo XVIII, él y Fr. Diego se levantan como dos gigantescas columnas. que quisie– ron con sn heroico empuje contener, frente al venda– val de la revolución, la ruin a inevit able de la vieja Monarquía Española. En torno de ellos se agruparon muchas almas santas, dirigidas unas del P. Gonz{ilez y otras del Beato Di ego ; y la correspondencia entre el P. Gon– zál ez y él , y la de aquel grupo de almas elegidas, es de lo más interesante y tierno de la mística espallola del siglo XVIII. (1) No pocas veces t endremos que valernos de ell as, pues forman una au tobiograf ía de valor inapreciable. Nos pa rece ver al V. P . Francisco Javier Gon– zález atravesar las majestnosas naves de la C ate– dral de S evi lla p 0 n-a oir predicar por primera vez a Fr . Diego , a quien habfa conocido antes de las mi – siones de Morón y Osuna. Oigámoslo a él descri bir, con la animación y viveza suyas, es ta memorable es– cena: «Deseando el S r . Deán, Gobern ador en la Se-– de vacante del Excmo. Sr. Salís, que hici ese Mi– sión en Sevilla el Capuchino, ya famoso i=or las que (1) Las cartas de uno y otro, publicadas por el M. R. P. Ambrosio de Va lencina, con el título de «El Di– rector Perfecto y el Dirigido Santo,), las conservó el Capuchino exc iaustrado P. Serafín de Cas tro.

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