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-83- brillantes de colores, cesaron los bailes libres y es– candalosos cortejos, y, al fin de la Cuaresma, aque– lla marcialidad libertina se halló convertida en públi– ca y edificativa devoción y honestidad. Cuando determinó Fr. Diego, cumplida su Cua– resma, salir por el mes de abril para donde la obe– diencia le ordenaba, dispuso el Síndico, en cuya casa había estado dicho ti empo, que le acompañase un criado con bagaje y provisión de alimentos para que le fu ese asistiendo y sirviendo por el camino; pero por más instancias que le hizo no pudo conseguir que lo aceptase: valióse de la fuerza, y le dijo con la resolución de Síndico que había de ser acompaña– do, porque é l mandaba en su casa y tenía honra. Ca– lló Fr. Diego, y luego que la casa se puso en silen– cio, pudo facilitar la fuga, y, como siempre, salió solo, a pie, con su báculo y Crucifijo. Cuando llegó la madrugada, ya estab::i bien dis– tante del campo de S. Roque. Conocida su huida, dió orden el Síndico al criado prevenido que luego fue– se en su seguimiento y no lo dejase hasta que llega– se a su destino. Obedeció; pero habiendo sabido por uno que venía a S. Roque , que llevaría ya cuatro o más leguas adelantadas el Capuchino por quien le preguntaba, hubo de desistir y regresar. Es más de lo que se puede exagerar su espíritu de pobreza, desinterés y regular observancia: téngalo muy cono– cido y es manifiesto a cuantos le tratan. » Suspendemos aqu í el rel ato del V. P. González, para hacer algunas consideraciones sobre esta nueva dirección del Beato, que desde este tiempo empieza, no sin antes dejar consignado que por entonces había sido trasladado desde el convento de Ubrique al nuestro de Málaga.
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