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- 82- dos opuestos, sin embargo que en el tiempo de la Misión y alguno después conservó y cumplió con las condiciones de paz , o inconstante y caprichoso por genio, las intentó quebrantar y reproducir la discor– dia; pero tuvo luego sobre sí la mano justa del Señor por muchos y sensibles modos y medi os, que lo hu– milló, lo abatió, y vino a la nnyor desven tura, abo– rrecido de todos y abandonado de los protectores. que lo sostenían . Concluida la Misión de Mo rón, sin descansar Fr. Diego, dió principio a la de Osuna, capi t al del Esta– do , ya porque de all í esperabá la mayor firmeza de la reconci li ación que acababa de hace r en Morón, dependi ente del Gob ierno de Osuna, ya porque tam– poco en esta estaban acordcJdos los ánimos, como se consiguió. Fuéron muchas las conversiones que aquí hizo, y en tre ell as 18 de un alma que, con el favo r de Di os, se había reducido al camino de su sa lva– ción, con parti culares señales de ser una de aquellas privi legiadas a quien el S eño r, como a otra Magda– lena, Tais o Margarita de Cortona, eli je para s í con un efi caz auxi li o, dirigido a lo que en aquellas vimos. Acabada la Misión de Osuna, sa lió Fr. Diego pron– t amen te de allí a predicar la Cua resma del ai'ío 1775 en S an Roque, campo de Gibraltar , porque recibió orden de su P rovincia l en que le mandaba fuese, por– que as í lo quer ía el Sr. Obispo de Cádiz. En esta Cuaresma, a más de los copiosos frutos generales y comunes en todas sus Misi ones, fué singula r en el de la modestia y honestidad que produjo su predica– ción en las señoras de militares, que halló, a título de marcialidad , inmodestísimas. T aparon todas s us gargantas, bajaron sus ropas, dejaron los calzados. jesús, de los marqueses d ! Tnué'. De ellas liablaremos al presen tar al Beato como Director.

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