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- 78-- tiese a F r. Diego, y, hecho cargo de que su vocación era de misionero, lo alentase y persuadiese a su des– empeilo, dejándose todo con humilde confianza al que quería servirse de él en este apostólico ministerio; lo que él hizo, comenzando sin excepción a predicar con más frecuencia, manifestándose Dios en sumo– do de predicar irresistible y en la estimación con que todos le amaban, alababan y honraban, siendo teni do por verdadero siervo de Dios, cuya vida y doc li·ina los edificaba, movía y atraía a la reforma de sus costumbres. Así corno yo conocía, amaba y deseaba ver a Fr. Diego, mi nieto, informado del P. Fernández, así Fr. Diego, informado del mismo, deseaba cono– cerme y tratarme. Proporcionó el Seiior a ambos el cumplimiento de este deseo, porque movió entonces a ciertos eclesiásticos de la villa de Morón, para que solicitasen viniese a ella a hacer Misión el Capuchi– no que tm,ta fama tenía. Obtenidas las licencias de sus Prelados y del se– ñor Deán de Sevilla, como Gobernador y Provisor en la Sede vacante del Excmo. Sr. Solis, consiguieron que viniese por Sevilla para obtener las correspon– dientes licencias de confesar y predicar, y que de allí pasase a Morón . Prevenido del P. Fernández y estimulado Fr. Diego del vivo deseo de conocer y tratar confiadamente conmigo sus interiores movi– mientos, luego que llegó a Sevilla vino, vilo, abra– célo, y nos retirarnos para hablar sin testigos . Pero ¿podré yo acaso explicar los efectos míos y suyos en esta primera visita? Desde ella, como si siempre nos hubiéramos tratado, mi alma se le ofreció toda para cuanto pudiera conducir a su dilatación. Por lo que ví, por lo que me dijo y conocí, quedó la mía del exceso de su humildad oprimida, y de al– gún defecto de fe viva y confianza en la asistencia

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