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OCASO GLORIOSO De la cumbre de su doloroso calvario del Alvema descendía Francisco llagado en manos, pies y cos– tado. El descenso era muy doloroso; como los clavos de las llagas de los pies no le permitían asentar sus plantas, tenía que apoyarse en los brazos robustos de sus predilectos hijos, y muy especialmente en Fray León, su Ovejuela de Dios. Del oostado de Francisco manaba de continuo sangre ardiente, ge– nerosa, por lo qt1e era necesario cambiarle frecuen– temente las ropas interiores. Fray León constituyóse su cariñoso enfermero. Amigo predilecto, diligente amanuense, sabedor de sus secretos divinos, director de su conciencia delicada, Fray León sellaba ahora su caritativa amistad encargándose de cuidarle como sólo las madres y amigos abnegados saben hacerlo. En el corazón de Fray León repercutían los dolores y terribles sufrimientos del Padre amado. ¿Qué ha– cer para mitigarlos? Cuando el Esposo Divino lanza sus dardos encendidos y en el corazón los clava, las heridas que abre, la ciencia humana no las cura ni los consuelos de los humanos tienen medicinas paxa endulzar los dolores que produ.cen. Heridas de amor sólo el mismo amor las cierra; dolores que el amor provoca con la punta de su dardo misterioso sólo las voces del A m a d o acallan y endulzan. 81 6

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