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sin turbación ni murmurar... ¡Oh Fray León!, es– cribe que en esto está l a p e r f e c t a a l e g r í a . "Y si nosotros proseguimos llamando y él sale fuera muy indignado y como a malandrines impor– tunos nos echa fuera con vilipendio y a bofetadas diciendo: Idos de aquí, infames ladronzuelos, idos al hospital, que aquí no se os dará albergue ni ali– mento; si entonces nosotros soportamos esto con pa– ciencia, con alegría y con amor, ¡oh, Fray León! escribe que en esto está I a p e r f e c t a a l e g r í a . Y si nosotros, acosados por el hambre y por el frío, volvemos a llamar, y pedimos por el amor de Dios y con gran llainto que nos abran y nos metan dentro, y el portero, más encolerizado, dice: ¡ Cuidado con estos bribones. Yo los castigaré como se merecen!, y sale afuera con un bastón nudoso y nos coge por la capucha, nos tira al suelo y nos rev:u,elca entre la nieve y cruda y despiadadamente nos golpea con aquel palo; si todo esto lo sufrimos con paciencia y con alegría pensando en las penas de Cristo, las cuales nosotros debemos sufrir, ¡oh, Fray León! es– cribe q,ue en esto está la perfecta ale– gría.» ¿Esperaba el sencillo amigo semejante conclu– sión? ¿Adivinábala? Quízás no. Tenía razón el Se– ráfico Padre; ese es el ideal de la perfección cristiana y más aún de la perfección religiosa, y todavía con mayor preferencia el ideal del verdadero F r a i l e M en o r . Francisco miraba de hito en hito el su– blime ideal, no se apartaba de sus miradas, diremos que las tenía fuertemente a él clavadas. Su corazón lo amaba con apasionamiento de enamorado; sus la- 78

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