BCCCAP000000000000000000000176

y de buena edificación, escribe y advierte claramente que no está ahí la perfecta alegría». ¿Qué pretendía Francisco con este discurso acer– ca d e l a p e r f e c t a a l e g r í a , precisamente cuando todo parecía ínfundír tristeza y descontento? ¿Desfogar su corazón? El Hermano León nada con– testó; barnmtaba que el Maestro contínuaría. No se equivocó. Durante otros muchos viajes en su com– pañía había presenciado explosiones semejantes. ¡Calma! La lluvia seguía resbalando por el hábi– to ya muy mojado; se escuchaba el salpicar del lodo por causa de las pisadas de los dos viajeros. Poco después, Francisco volvió a decirle: «¡Oh, Fray León! Aunque los Frailes Menores ilum1nasen a los ciegos, curasen a los tullidos, arro– jasen a los demonios, diesen oído a los sordos, pies a los cojos y habla a los mudos, y, lo que es cosa mayor, resucitasen muertos de c,uatro días, escribe que no está en esto la perfecta alegría». Extraño y sorprendente lenguaje. ¿Hablaba un loco? Y si era cuerdo y muy cuerdo ¿sabía apreciar debidamente tales carismas divínos? Muchas gentes se hubieran reído escuchando a Francisco. Tenía razón el humilde Francisco. Hay algo más grande y más noble y más digno de aprecio y más santo. E l A m o r d e D i o s , cuando se goza ple– namente y se disfruta de sus dulzuras, se considera uno dichoso; entonces ríe y canta y se desborda en cascadas de serena alegría. Los mnndanos ;no comprenden estas cosas y bus– can la alegría por otros derroteros, se afanan por beber en otros vasos y se engañan; para comprender 'i3

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz