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CAMINO DE LA PORCIÚNCULA. - LA PERFECTA ALEGRÍA. - LOS AMIGOS HABLAN DE DIOS Tarde desapacible de crudo invierno. El cielo cu– bierto de nubes plomizas precursoras de frías bo– rrascas. El viento sacudía su pereza y azotaba las ramas de los árboles con sus hojas amarillentas que sin cesar iban cayendo como copos de ,nieve. A me– dida que avanzaba la noche el viento se hacía más fuerte, más frío, helador. Las hojas, amontonadas en las cunetas de los caminos, eran llevadas de una a otra parte formando caprichosos remolinos. Las ven– tiscas azotaban árboles, ventanas de caseríos, con ráfagas de lluvias mezcladas con copos de nieve. Tarde que convidaba al retiro y a encerrarse tras los gruesos muros de las casas a gustar las suaves caricias de los tizones que ardían bajo las anchas chimeneas, ennegrecidas por el humo de muchos años. Tarde heladora del cmel invierno, que mata, al parecer, la vida de las plantas y obliga a los hombres a recluirse al abrigo de sus viviendas. Al H e r a 1d o d e l G r a n R e y , a pesar de la pobreza de su remendado hábito, poco propicio para resguardarse del frío y de la lluvia, no le arre- 68
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