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carmoso; Fray León sabía, además, su precioso se– creto. Y a Fray León recurrió como en tantas otras ocasiooes había recurrido. Fray León, la inocente y cándida O v e j u e l a d e D i o s respondió con la magnífica corona de virtudes que supone la verda– dera amistad cristiana. Fray León lo cuidaba con el cariño de una ma– dre y se ingeniaba para mitigar sus grandes dolores; Fray León le aplicaba las compresas en la llaga del costado. Era tanta la sangre que en ocasiones ma– naba aquella herida que el Hermano León había de cambiarle con frecuencia las compresas. Fray León no se cansaba; su pecho experimenta íntima satis– facción prodigando sus humildes servicios al Padre amado. Fray Rufino lavaba la ropa interior del San– to, de modo que tambiéin él se enteraba de la sangre que fluía de la misteriosa l l a g a . Dichosos Reli– giosos que tan de cerca trataron con Francisco, re– cibiendo a su vez muestras de cariño y afecto del nuevo Cristo. DULCE INTIMIDAD En aquellos momentos debió crecer la intimidad de las almas de los dos amigos tan parecidos y tan dotados de sensibilidad divina; mientras el dulce Fray León ejercitaba con su querido Padre y maes– tro los oficios de la caridad y de la amistad, si €i!l estas ocasiones no se conf,unden las dos palabras en una sola, c a r i d a d , pero de la caridad más pura, 61

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