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En su interior resonó suavísimamente queda la voz del E s p ,o s o y entendió que « n o p o r rn a r - tiri.o corporal, sino por incendio es– piritual, debía transformarse todo en expresa imagen de Cristo Cruci– ficadoi>. Desvanecióse la maravillosa visión que de tal modo le había impresionado; su corazón hubiera roto la estrecha cárcel de su cuerpo. El amor divino lo consumía como el fuego material convierte en fuego el añoso tronco. En su carne habían quedado huellas sorprendentes e imborrables de la Pasión de Cristo. El Esposo había sellado con un sello sobre– natural, misterioso, a su predilecto Francisco. Las pruebas de ese sello sobrenatural fueron las 11 a g a s que inmeditamente aparecieron en sus manos, pies y costado. No eran sólo prodigiosas aberturas, porque en medio de esas aberturas se veían unos como cla– vos formados por carne dura; las cabezas de los clavos eran redondas y duras; por el contrario, en las palmas de las manos y en las plantas de los pies las puntas se mostraban como remachadas y retorcidas, en tal forma que por el agujero del re– mache, el cual sobresalía todo él de la carne, se hu– biera podido introducir fácilmente el dedo de la mano como en un anillo. * * Aun siendo esto sumamente maravilloso, jamé.s ,,isto ni oído hasta entonces, y digno de atención, la herida del costado es lo que más debe sobrecoger– nos de admiración y pasmo. 58
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