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sas; escucha, mira para que ningún pormenor se escape a sus miradas. No le basta la conversac1on, quiere descubrir lo que en el interior de la celdilla pasa, pues, a no dudarlo, cosa extraordinaria debe ser. Se olvida de la prohibición impuesta, la amistad la quebranta en la seguridad que le será agradecida de muchas almas y que el bondadoso Padre no se enojará. « Y como mirase atentamente Fray León, vio ba– jar del cielo una llama bellísima y posarse sobre Sa;n Francisco; y oyó una voz que salía de la llama y hablaba con el Santo, y que éste respondía.}> «Ento:,1ces Fray León quedó sobrecogido de temor po.r aquella visión tan admirable: mas de pronto vio a San Francisco extender la mano por tres veces a la ilama.:> Sin la íntima y ejemplar amistad de San Francisco y el Hermano Leé;n esa página quizás no se hubiera escrito y quedado hubiera en el silencio tan admirable visión, que a todos edifica y a la Or– den de Menores promete perdurable asistencia. ¡Ben– dita curiosidad la de Fray L~n! * * * Desvanecida la visión, terminado el misterioso diálogo, Fray León tembló de miedo; su primer cui– dado fue hcir en secreto para que el Santo no se mterara de su curiosidad. Temía desagradarle; temía que por su curiosidad Francisco lo apartase de su dichosa compañía y múriese lamentable quiebra su amistad. Si San Francisco lo apartaba de sí ¿qué fuera de él? Si le negaba su amistad ¿podría vivir? Separado de tan buen Maestro, equivocaría el ca- 51

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