BCCCAP000000000000000000000176

Fray León llamaba, y si el Seráfico Padre respon– día, pasaba; de lo contrario, regresaba a su pobre cel– dilla con su cantarillo de agua y ración de pan. Si no veía a su querido amigo y padre, Francisco, cierta tris– teza, muy explicable cuando la amistad llega a ciertas alturas y alcanza total compenetración de pensamien– tos y amores como en el caso concreto de Francisco y la Ovejuela de Dios, se apoderaba de él. Sabía con certeza Fray León que si su padre y amigo no le había contestado era debido al hallarse en íntima conver– sación con el A m a d o ; sabía que no debía inte– rr;umpir aquellos soberanos coloquios ,ni turbar el goce de aquellas extraordinarias dulzuras; pero, sin poderlo remediar, la tristeza mordía su pecho. La O v e j i t a d e D i o s no siempre resistió a la cu– riosidad de espiar al Seráfioo Padre, curiosidad per– donable; sin ella quizás la amistad no nos hubiera podido contar pormenores interesantísimos de la vida del Pobrecillo, que hoy recrean a sus hijos y a cuan– tos sienten admiración por el P o v e r e l l o d e A s í s , pormenores que hoy guardan la frescura que la amistad supo imprimirles. L a s F l o r e c i t a s , que la amistad conservó, nos perfuman desp;ués de tantos siglos con la intensidad de su fragancia. No critiquemos la curiosidad del fidelísimo siervo de Dios, sino bendigámosla con muestras de gratitud. ¿Cómo podría vivir el amigo sin saber pormenores y secretos de su amigo? «Entre tanto, Fray León cumplía exactamente lo prescrito por San Francisco. Mas, con todo, acecha– ba cuanto le era posible, con santa y recta intención, todo lo que hacía n ;u e s t r o P a d r e ; y por su 49 4

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz