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completa, que nadie t.urbe su conversación con Dios. Ningún seglar debe saber nada de él; sólo con Dios. No se olvida de las necesidades de s u j u me n - t i 11 o , como graciosamente llamaba a su cuerpo tan duramente tratado por la penitencia. Su carísi– mo amigo, la Ovejuela de Dios, Fray León, se en– cargaría de hacerle la reducida refección que nece– sita. ¡El amigo, siempre el amigo! · Todos los Hermanos hubieran querido poder ser– virle, gozo incomparable fuera de ellos. Francisco se lo agradecía como padre cariñoso, pero este minis– terio es incumbencia del amigo. E._1'¡'CARGO AMISTOSO «Fray León, añadió San Francisco, podrá traer– me, cuando le parezca... No determina nada, déjalo a la tierna solicitud del amigo; sabe que, lej,os de ser abandonado, será servido con amoroso cuidado. Habla el amigo al amigo. La amistad no manda ni exige, quizás ni pide; le basta con insinuar. ¿Quién manda al amor? El amor adivina, intuye y sirve sin esperar a que sea llamado. <~un poco de pan y agua. Y por ningún motivo permitáis que se llegue a mí seglar alguno, sino que le responderéis vosotros por mí». Nadie debe acercársele, sólo Fray León. Cuando se entra en comunicación intima con Dios, única– mente la amistad no estorba ni molesta. ¿Por qué? Porque si mucho ama al amigo, ama muchísimo más a Dios; porque sabe a la perfección que no hay que 39

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