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lla bienvenida que los pajarillos les dispensaban, 12s habló así: « Yo creo, hermanos carísimos, que a Nuestro Se– ñor Jesucristo le place que habitemos en este monte, pues que nuestras hermanas las aves tanto se ale– gran de nuestra llegada». Semejante escena, saturada de divina poesía, ¿no recuerda las escenas que debieron sucederse de con– tinuo en el paraíso terrenal cmmdo la inocencia vir– gi¡nal revestía de cendales delicadísimos la amistad divina de nuestros primeros padres y las avecillas se posaban en sus manos, en sus cabezas, y los ani– males dañinos, contenidos sus instintos dañinos, fe– roces, se postraban a sus pies y los acariciaban y rendían vasallaje? Se diría que Francisco, pobrecito y sencillo, recordaba la inocencia virginal del hom– bre recién salido de las manos de su Creador como lo demostraba su dominio sobre la naturaleza. VISITA DE AMISTAD Sabedor Orlando de la presencia de Francisco y sus frailes en el monte que generosamente habíales donado, fue a visitarles y animarlos con su presencia y a ofrecerles cuanto fuera necesario para vivir po– bremente, pero sii!l penurias extraordinarias que hi– cieran imposible la vida en aquel áspero lugar. La Providencia divina venía en socorro de sus pobres por mediación del Caballero Orlando y la Dama Po– breza brindaba algunos regalitos a sus desprendidos 35

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