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cía, tomasen poses10n de dicho lugar y preparasen algunas pobres celdillas para los frailes. Después de no pequeñas dificultades acertaron con la finca de Orlando; éste dióles varios de sus hombres armados, pues el bosque abundaba en bes– tias dañinas. Los frailes lo recorrieron de p,unta a cabo buscando un lugar adecuado para la construc– ción de las habitacioines, si así pueden llamarse unas míseras chozas fabricadas con ramas y barro. Un pequeño rellano fue el lugar preferido; se constru– yeron las chozas y los Hermanos volvieron alegres a la Porciúncula a comunicar al Seráfico Padre el resultado de su misión a ellos encomendada. Una vez en s,U, presencia y obtenida su bendición, dieron toda clase de pormenores, ponderando su silencio, recogimiento y apartamiento del mundo. Era :un lu– gar muy a propósito para la oración y el retiro. El Seráfico Padre, extraordinariamente compla– cido, entonó sus alabanzas al Señor y dispuso sin dilación su marcha al Alvema. ¿Presentía algo desu– sado en su interior? ¿Llamábale oon llamamientos eficaces? Estas sencillas preguntas siempre quedarán sin respuesta adecuada. En compañía de Fray León, Fray Maseo y Fray Angel, que antiguamente fiuera caballero, púsose ell marcha lleno de celestial alegría hacia la dicha mon– taña, que sería sin mucha dilación su verdadero cal– vario y, andando el tiempo, para la Orden de Me– nores, la S a n t a M o n ta ñ a • Desde entonces, en adelante siempre sería habitada por almas santas. Fatigados del largo caminar, llegaron al monte los c u a t r o c a b a 11 e r o s d e I a D a m a P o - 32

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