BCCCAP000000000000000000000176

humildad. Francisco era agradecido; su corazón ple– tórico de amor divino, sabía bien todas las leyes de la cortesía y de la gratitud. Es una verdad que el mundo no quiere reconocer: los santos saben mos– trarse agradecidos sin fingimientos. «Si el monte que me ofreces, Orlando, nos puede ser útil para lo que dices, lo acepto. Gracias a Dios y gracias a ti sean dadas por este obsequio. Mis frailes y yo, tu siervo, rogaremos al Señor por tu alma. Te prometo mandar en seguida dos frailes para que vean el lugar y si nos es provechoso.» La Providencia preparaba por este medio el C a l v a r i o en el que con cinco dardos de ardo– roso y penetrante amor crucificaría a su siervo con– virtiéndolo en otro C r i s t o . Del Alvema bajaría llevando impresas en su cuerpo, extenuado por la penitencia y consumido por el fuego de la caridad, las señales de la Pasión de Jesucristo, las llagas, y, con ellas, martirio terrible, viviría más de dos años predicando con su palabra y su crucifixión. FRANCISCO CUMPLE SU PROMESA Francisco no olvidó la oferta del Conde Orlando, ya que los lugares apartados constit,uían su obsesión, por lo que tan pronto como regresó a la Porciúnc.u– Ia en compañía del amigo predilecto, Fray León, envía a algunos de sus hijos confortados con su ben– dición para que examinasen el monte Alvema y, si reunía las condiciones que el piadoso Caballero de- 31

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz