BCCCAP000000000000000000000176

den Franciscana que, cual árbol frondosísimo, exten– día ya sus ramas por Europa entera. No será exage– racióil1 si se dice, parodiando una frase celebénima: Somos de ayer y llenamos el mundo. El nombre de Francisco de Asís era pronunciado con cantos de leyenda por casi toda Europa. En la pequeña Capillita de los Franciscail1os de Marbourg, y de manos de Fr. Burkard, vistió el santo hábito de los Terciarios de la Tercera Orden de Penitencia Isabel de Hungría, pues ardientemente deseaba asemejarse a los hijos de Francisco por la pobreza y desprendimiento de las cosas del mundo. Esto, aun siendo de una ejemplaridad extraordina– ria, satisfizo el corazón de Isabel y quiso sellar su generoso apartamiento del mundo, de este mundo mezquino, que si en tiempo tanto la acarició, luego la ultrajó y se burló de ella despojándola de todo. La fama de santidad de Isabel, su amor a Dama P o b r e z a , llegaron a oídos de Francisco, porque, no solamente s.us frailes, siino el mismo Cardenal Hugolino, le hablaban con gran encomio de la ejem– plar princesa. No debe extrañamos que el Poverello, escuchando tantos elogios de Isabel y conociendo por sus frailes el afecto que sentía por ellos, gozase con– versando de ella con sus religiosos y co,n su fidelí– simo amigo y protector el cardenal Hugolino. Su admiración subió de punto al conocer que había ves– tido el hábito de los Terciarios. «Porque Isabel, como afirma Helyot, era considerada como la madre 200

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz