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una espina que se clavaría, primero, en su propio corazón, y luego, en el de Sor Clara, su hija queri– dísima. Francisco quiso suavizar su negativa cuanto podía; con este fin, dice E I Espejo de Pe r - fe c ció n : «le envió por escrito su bendición y le dispensó o perdonó cualquier defecto en que pudiese haber incurrido contra él, y también, en cuanto po– día, de toda pequeña falta contra el Señor». Pági– na 177. Además mandó al religioso que había traído el encargo amoroso de Sor Clara que regresase a San Damián y dijese a Clara estuviese segura que antes de que muriese le verían y se consolarían. «1\1archa y di a la hermana Clara que no tenga tristeza ni dolor si no puede verme tan pronto, pero que esté segura de que antes de su muerte me verán lo mis– mo ella que sus religiosas y experimentarán con esto gran consuelo». Sor Clara recibió con entera sumisión a la Di– vina Providencia la ,negativa de Francisco, ofrecien– do con generosidad este sacrificio que Jesucristo le pedía. Dos días .después Francisco moría para la tierra y resucitaba a la vida bienaventurada. Clara y sus hijas lloraron la muerte de su amantísimo Padre. Día de luto para la Porciúnaula. Día de tristeza para San Damián. También la muerte de los santos se llora, pero las lágrimas, en este caso, tienen otro significado. Son, más bien, lágrimas de alegría, na– cen de la esperanza. Hemos perdido a un amigo en 193 13

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