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Sabía Clara que muy pronto la dejaría Fray Francisco; el amado Padre muy pronto remontaría su vuelo al palacio riquísimo de la luz y de la bien– aventuranza eterna. El dolor la traspasaba, llenaba de lágrimas sus oj.os; su próxima orfandad la opri– mía. ¡Amaba tanto y tan puramente a San Fran– cisco! El pensamiento de la inminente muerte de su querido Padre sumióla en profunda angustia. Tales sentimientos no están reñidos con la santidad. De– seaba, apremiada por la amistad, visitarle en su cel– da, recibir su postrera bendición y escuchar los úl– timos consejos del maestro. Quería pedirle este favor, favor que consolaría la aflicción de su alma y robus– tecería la firmeza de su voluntad. A pesar de sus grandes deseos luchó mucho antes de decidirse a pedir la entrevista que tan andientemente le pedía su corazón. Venció la amistad y solicitó la venia de Francisco para ir a visitarle por última vez en Santa María de los Angeles. Sor Clara se valió de los bue– nos servicios de los Religiosos. «Todo esto procuró la virgen Clara que llegase a conocimiento de Fran– cisco por mediación de uno de sus Religiosos»*. Francisco escuchó bondadosamente los ruegos de Sor Clara; se conmovió en su corazón, sintiend'.J muy mucho no poder complacerle. La negativa era * Espejo de Perfección. cap. X ... 10S. De cúmo, p:·,í– ximo a la muerte, prometió a Santa Clara que lo vert\, como así sucedió después ele su muerte. Pág. 777. Bt blioteca de Autores Cdstianos. Metdr'id. c1IC"\'!XLV. 192

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