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palabras de Francisco; en su interior escucha voces que antes no entendiera, nace algo en su pecho que antes no había sentido, algo nuevo, algo desconocido, pero sublime y maravilloso. Francisco resultó pro– feta. En las redes del amor divino ha conseguido que f-ntre una buena pesca. Fue afortunado· En la fiesta caballeresca, el caballero desconocido y trajeado con despreciada vestimenta, el caballero inesperado, el caballero admitido por caritativa hos– pitalidad, consigue la victoria, ha conquistado rico y valioso triunfo para su R e y . El pobrecillo sin– tióse feliz, dichoso, cuando el joven, adornado de ricos vestidos, olvidándose de la fiesta, se le acerca para decirle todo emocionado: -¡Padre mío, quisiera hablar contigo de la sal– \ación de mi alma! Mas nuestro Santo, sencillo e iliterato, aunque m,uy experimentado en las vías del espíritu, con i;:uma prudencia, después de escucharle con alegría, respondióle: -Hijo mío: Ve primeramente a ocupar tu lugar rn Ja fiesta y banquete a que has sido invitado en oompañía de tus amigos. Y en seguida platicaremos a nuestro placer. Francisco no duda de la sinceridad de las pala– bras del joven caballero, no temía por su vocación. Amante de la cortesía caballeresca y guiado de ella, lo envía a que cumpla como caballero co.n el hués– ped que lo invitó, no es justo desairarle en tal oca– sión. Porque :un festejo alegre y una sana alegría no pueden perjudicar la virtud. 28

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