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1234. Siguió de cerca las huellas de Sor Clara, que la había conquistado para Cristo. Fascinada divina– mente por Sor Clara, juntamente con ésta luchó en defensa de D a m a P o b r e z a , lucha porfiada, te– naz, valiente; lucha que, bendecida por Cristo y el Seráfico Padre, logró una victoria cumplida, defini– tiva. El Papa, persuadido de la generosidad y alteza de miras de Sor Clara y su fiel compañera, confirmó el deseado privilegio. Todavía le faltaba, para quedar satisfecha plena– mente y dejar en herencia a sus muy amadas hijas una Regla genuinamente franciscana, librar la últi– ma batalla. Fue ruda y su final glorioso. Era el día 8 de septiembre de 1252; Sor Clara había comulgado de manos del Cardenal Reinaldo, protector de los Religiosos. Quedó en dulce éxtasis amoroso de acción de gracias. Hablaba en el secreto de su corazón virginal con el Esposo celestial de su alma, Cristo Jesús. En este coloquio debió insistir a Jesús que moviese a su Vicario en la tierra a con– cederle y confirmarle el privilegio de D a m a P o - b r e za que tan ardientemente deseaba. Suplicó al Cardenal Reinaldo pidiese esta gracia en su nombre a la Corte Romana. Dios movió el corazón del gran Inocencio IV; llegó, por fin, el día deseado, pues el día 16 de septiembre de 1252 confirmó el tan desea– do privilegio. Estaban cumplidos sus deseos, podía morir contenta, tranquila en la paz del Señor la no– bilísima amiga de Francisco de Asís. Este desde su altísimo trono de gloria en el cielo sonreiría de gozo. Su nobilísima princesa D a m a P o b re za , rei– naría siempre en San Damián. 185

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