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En estas palabras de la fiel y entusiasta servi– dora de la D a m a P o b r e z a , se manifiestan con admirable elocuencia el espíritu varonil y la ente– reza fervorosísima de Sor Clara, calcados en los de su bienaventurado Padre, fiel seguirá hasta su muer– te; el ejemplo de Francisco la guiará de modo que nada ni ,nadie logre apartarla un punto de su ca– mino. Se desposó con Jesucristo pobre y pobre vo– lará a los brazos del Amado. Duro fue el combate que hubo de sostener des– pués de la muerte del Santo Fundador de los Me– nores y de las Damas Pobres, pero el amor a Cristo y la amistad del Seráfico Padre, muerto para la tierra y vivo para el cielo, la comunicaban nuevas energías a medida que aumentaban las embestidas de la Curia Romana. Su reverencia y acendrado amor al Papa no le impediría;n resistir con firmeza a sus insinuaciones. Estaba segura que .obrando así obedecía a la voluntad de Dios. En tan porfiada contienda por alcanzar del Papa la confirmación del p r i v i l e g i o d e l a p o - breza absoluta para San Damián y sus hi– jas, el celestial Esposo dióle una compañera noble, y más noble por su desprecio del mundo que tan brillante porvenir le brindaba y que, sin embargo, prefirió la virginidad al casamiento, bien con Fede– rico II, bien con Enrique III de Inglaterra, y que se llamó Inés de Bohemia, hija de Ottakar I. Bella de rostro, pero más hermosa de corazón, poseía el coraje y la varonía del caballero luchador. Reclusa voluntaria en el Convento de Clarisas, Damas Po– bres, que en Praga ella misma había fundado en 184

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