BCCCAP000000000000000000000176

Francisco, desde que conquistó para su Señor a Clara Favorone, sembró en su corazón virginal, no profanado por otros amores, entusiasmo apasionado por Da m a P o b r e z a . Desprendida de lo mu– cho que el mundo le ofrecía, se abrazó con ella, fo besó y apretó contra su pecho. Incitada por el Po– verello juró no abandonarla jamás aunque su fide– lidad le costara la vida. Francisco había encontra– do un corazón semejante al suyo, los dos serfa'l rabiosos apasionados de Dama Po– breza. Dura fue la lucha que Clara hubo de sostener para no claudicar ante los ruegos, los requerimien– tos del Cardenal Hugolino, después Papa, según Francisco gustaba de anunciárselo. No titubeó un solo momento. Esto no cabe en corazones generosos y que vibran únicamente a im– pulsos del amor de Dios. Era el 16 de julio de 1228. Gregorio IX se halla– ba en Asís para canonizar solemnemente a su gran amigo Fray Francisco. Así quería honrar al Pove– rello, de quien tantas pruebas de afecto había reci– bido. ¡Cuántas veces no lo había llamado « p a - dre»! Aprovechó esta coyuntura para visitar en San Damián a Sor Clara. En esta visita rogó, insistió el Papa a Sor Clara para que recibiera algunas po– sesiones en favor de su pobre monasterio. Era de prudencia -así lo consideraba Gregorio IX- mi- 180

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz