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Las Florecillas continúan de esta manera: «Y estando en este rapto con los ojos y las ma– nos en alto, los hombres de Asís y Bettona y de aquellos parajes cercanos veían que Santa María de los Angeles y todo el Convento y la selva, que en– tonces estaba cerca del convento, ardían furiosa– mente, y parecía que fuese .un gran incendio que dev,oraba la iglesia y el convento y la selva.» Guiados por un gran deseo de caridad y que– riendo admirar lo que allí podía suceder corrieron apresuradamente hacia el convento. Pero, al acer– carse, sufrieron una gran desilusión, pues allí no había fuego ni señales de que lo hubiese habido. Todo fantasmagoría de la imaginación; habían sido engañados. Sin embargo, no se resolvieron a mar– charse sin antes penetrar en el recinto monacal y ver lo que allí había. «Entraron dentro y encontraron a San Francisco con Santa Clara y toda su compañía arrebatados en la contemplación de Dios, todos allí presentes en éxtasis divino, sentados alrededor de aquella mesa humilde.» Aquellos aldeanos sencillos y buenos conocieron que lo que habían visto era fuego divino y no ma– terial «que por Dios había sido hecho aparecer mi– lagrosamente para demostrar y significar el fuego divino de amor en el que ardían aquellos santos frailes y sagradas vírgenes y así regresaron con gran consuelo en el corazón y con santa edificación». Terminado de manera tan maravillosa aquel ága– pe divino, los santos se despidieron, marcha¡ndo cada uno a su convento. La amistad había sido emb2lle- 178

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