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su corazón. Amaba ternísimamente al dulcísimo Es– poso de las almas y en el Corazón Sacratísimo de ,Jesús amaba con ternura femenina sobrenaturalizada a su Seráfico Padre. Sor Clara dio gracias al S2ñor por esta be,nevolencia suya, más que de Francisco, y esperó con mayor confianza el día anunciado del ágape amistoso y franciscano. * Llegado el día convenido, Sor Clara, acompaña– da de otra religiosa, salió del Conventillo de San Damián, nido de sus amores divinos, y se encaminó a Nuestra Señora de los Angeles. Francisco había enviado a santos religiosos que, como verdaderos caballeros de Cristo, formasen escolta a Sor Clara. Francisco recibió a Sor Clara, su hija predilecta, con todos los honores que se merecía tan fiel discí– pula y sierva de la D a m a P o b r e z a . Mientras Sor Clara, su compañera y Religiosos fueron a la iglesia a visitar al celestial E s p o s o oculto en el sagrario y a la benditísima imagen de Nuestra Señora de los Angeles, el siervo de Dios hizo que se preparase la mesa con toda diligencia y las pobres viandas que serían su refección. Como de costumbre la mesa se colocó en la tierra llana. Sor Clara recorrió el Convento. ¡Qué recuerdos tan dulces y sobrenaturales no le traerían a su me– moria aquellas pobrísimas dependencias, pero muy especialmente la modesta y devota capillita! En aquella capilla se había consagrado a Dios y despo– sado coill Cristo. Allí se despojó de s:us ricos vestí- 175

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