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propósito para predicar a Cristo. Este último modo de pensar y apreciar las circunstancias tal vez fuera aceptable y acertado, nada en su conducta fuera re– prensible. Francisco acariciaba otros ideales, no sa– bía perder ocasión de dar a conocer al amado de su corazón, a Jesucristo. Todas las consideraba buenas. Era el corazón el que mandaba más que la inteli– gencia. Al ver el Castillo engalanado para la fiesta no pudo contener su. alegría; no en vano era caballero de Cristo; la exteriorizó y se la manifestó a su ami– go íntimo, Fray León. Practicaba el dictado de la buena caballería cristiana: los amigos caballeros no deben tener secretos entre sí. 25

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