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l\IOMENTOS DIFÍCILES Vientos huracanados azotaron el frondosísimo ár– bol franciscano. Mientras vivió Francisco su férrea voluntad de no apagar ni un solo destello de su brillantísimo ideal, la conducta admirable de toda su vida, s.us elocuentísimos ejemplos y la aureola de portentos y milagros que lo rodeaba animó sin ce– sar al fiel cumplimiento de la S a n t a R e g l a a todos sus hijos, a,un a aquellos que no destacaban como fervorosos. Eran muchos los religiosos en los momentos de su glorioso t r á n s i t o , pero nadie se hubiera atrevido a quebrantarlo en lo más míni– mo, puesto que el Santo no hubiera consentido se– mejante infracción ni la hubiera callado si con su silencio pudiera animar a hacer lo mismo a los me– nos fervorosos. El respeto, la veneración al P a d r e ama d o se imponían. Esto, no obstante, en el si– lencio de ciertos corazones se incubaban ciertas tí– midas protestas y algunas mal contenidas rebeldías. No se trataba de atacar la sustancia de la R e g l a sino a ciertos pormenores, a cierto rigor que consi– deraban excesivo. Francisco había muerto; su presencia corporal no contenía a los menos fervorosos, a los tímidos y has– ta a los díscolos. El ideal lo consideraban demasiado 119

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