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NUEVAS FLORES DE AMISTAD. El invierno seca despiadadamente los tallos de muchas plantas y flores, pero no mata la vida que Ias nutría, sino que la recoge en las raíces o tubércu– los hundidos en la tierra. El soplo de la primavera, al pasar a ras de la tierra que las esconde, hará que germinen espléndidamente cubriéndose de hojas, flo– res y frutos. La muerte de Francisco, en apariencia, había roto aquella amistad tan íntima y afectuosa que durante toda la vida religiosa había unido al santo Fundador con Sl1 hijo espiritual, 1a O ve j u el a de Di o s, Fray León. Pero la caridad de Cristo la mantenía, por lazos misteriosos, fuertemeíUte ;unida; sus raíces ahondaban en el mismo Dios y no podía romperse ni secarse. Dios es la fuente de toda verdadera vida. En el corazón del amado discípulo vivía fresca, lo– zana; de continuo pensaba en el P a d re amad o , hasta él elevaba sus votos y deseos. Desde el cielo, Francisco le enviaba consuelos, alegrías y gracias es– peciales que de Cristo le c0¡nseguía. El recuerdo del queridísimo amigo, que ya reinaba en la bienaven– turanza, era poderoso incentivo para seguir las hue– llas que, mientras vivía, le había trazado. Los hechos virtuosos y los consejos sapientísimos de Francisco 110

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