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belesado escuchaba sus palabras y más que en el pergamino las grababa en su memoria y en su co– razón. Años después, escuchando su promesa de fidelidad, defenderá el pensamiento del Seráfico Pa– dre, p,udiendo decir a los Hermanos fieles y a los rebeldes: Este es el pensamiento, la mente de nues– tro Santo Padre, ésta su voluntad. Yo se lo oí, soy testigo verdadero. No miento. Hablaría la amistad que ni olvida ni mucho menos traiciona. VARóN CATÓLICO Devotísimo Francisco de la Santa Sede, por lo mismo, hásele llamado justamente « v a r ó ;n c a - t ó li c o » ; una vez redactada la fo r m a d e v i d a o Regla de los Hermanos Menores,su humildad profunda no le permitía llamarlos de otra manera, antes de entregarla a sus hijos, quiere sea aprobada y bendecida por el Romano Pontífice. Con esta aprobación tendría la autoridad y firmeza que Francisco, pobrecillo e iliterato, no podría darle, pues así lo lo creía en su humildad; tendría la fir– meza necesaria para resistir victoriosamente los gol– pes, francos o solapados, de las humanas pasiones. Aprobada por la Santa Sede poníala a cubierto de la envidia y maquinaciones malévolas de los enemi– gos. Su prudencia previsora le descubría los secretos de lo por venir. Francisco f,ue el primero que some– tió a la aprobación del Papa su nueva Fraternidad. ¿Qué sentía interiormente de su obra? ¿Dudaba? Ja– más dudó de su obra, porque para él había hablado 18

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