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María de los Angeles; te recomiendo a estos hijos míos, 1\fadre del Verbo Eterno.» La anterior despedida no fue escrita por Fra:' León. Fue Fray Masseo quien en el pergamino Lt grabó. «Yo, Fray Iviasseo, he escrito esto con lágri– mas. Dios nos bendiga. Fray León la hubiera podido escribir y rubricar con la sangre que corría a diario del pecho abierto de su amigo, Fray Francisco. ¡Cuántas veces sus manos con ella se vieron enjoya– das y enriquecidas! Adiós, monte de Dios, monte santo, mo,ns coagu– latus, mons pinguis, mons in quo beneplacitum est Deo habitare. Quizás sobre esta erudición, aun sien– do sagrada; adiós, monte Alvema. . . Dios Padre .. Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, te bendiga. Quéda· te en paz; ya no nos veremos. Luego extendió su esque1ética mano estigmatiza– da y trazó en el aire amplia y larga cruz. El crucificado Francisco atravesaba los pueblos montado en el pobre asnillo entre las delirantes acla– maciones de las gentes; en ocasiones lo recibían con ramos y palmas. Con frecuencia perdía la noción de la realidad, viviendo en continuos éxtasis amorosos. No veía ni sentía ni oía. Su vid.a ero. ya en el cielo, cerquita del Esposo. Fray León le seguía sin abandonarle un punto. Contadas veces oía la voz del amigo querido; le veía y gozaba. En su corazón guardaba c,uanto veía en aquellas horas y en aquellos viajes, que por momen– tos acercaban a Francisco a las playas de la eter– nidad. Después lo recordará todo y lo encomendará al pergamino para consuelo de sus hijos y admira- 84

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