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• EL ARBOLITO CONVIÉRTESE EN ROBLE GIGANTESCO Aquel pequeñito rebaño apostólico que en tomo a Francisco se agr,upa, sestea y alimenta de pastos celestiales, se multiplica prodigiosamente y si el orden y la disciplina han de unir fuertemente a aquella familia, se precisa una forma estable de vida. Dejarla a la improvisación equivalía a ponerla en manos del capricho de los hombres malográndose los felices resultados que la Iglesia se prometía de ella en aquella necesitada época. Francisco lo com– prende así, escucha las v.oces de sus hijos, reconoce su imperiosa necesidad; pero el temor se apodera, se adueña de su corazón; ve su pequeñez, reconoce su falta de libros y de experiencia. El temor de fracasar ¿no invadirá su corazón? ¿No experimentó las zozobras de la ansiedad, los sobresaltos de la duda? Lo permitió el Señor para que Francisco re– conociera humildemente su pequeñez y confesara siempre que su obra no era suya sino de Cristo. Se avecinaba el momento en que tendría que apelar a esa sinceridad a fin de llevar el convencimiento a sus hijos menos compenetrados con el pensamiento del Padre o, más bien, que el enemigo había levan– tado en aquellos corazones la duda. ¡Era tan pe– queñito! ¡Se consideraba tan iletrado! ¡Era obra de Dios y triunfaría! 16

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