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LA CRCCIFlXIó~ DE SAN FRANGbCO Corría el mes de s1::ptiembre de 1224... La Fes– tividad de la Asunción de la Santísima Virgen a lm cielos en cuerpo y alma había derramado en su co– razón de hijo consuelos divinos y deseos vehement::"3 de volar a donde su querida l.VIadre moraba. Fran– cisco sentía hondamente la devoción a tan encanta– dora Reina. Tal devoción dejaría como riquísirrn herencia a sus hijos convirtiéndolos en apóstoles apasionados de la excelsa Madre de Dios. Nos hallamos, pues, en el mes de septiembre. En las alturas de aquellas montañas el verano es muy breve y con frecuencia el otoño es un prematuro in– vierno. Francisco seguía en el Alverna... Se hallab2. a unos 1.300 metros de altura. Caían las lloviznas y los copos de nieve, demasiado madruga– dores, abrían las puertas al invierno. El Siervo de Dios vivía del todo endiosado; su mente se S1.L'llergía en pensamientos del cielo; de su alma salían incen– dios de un amor intenso. No vivía sino para el A m a d o ; cons2guir el abrazo supremo con el E s - p o s o era su inquietud. Más que vivir con el A m a - d o en este angustioso de2tierro anhelaba morir, desprenderse de su cuerpo, ya b:1stante trabajado, po.ra volar a sus brazo;s. Mucho habían llorado rns ojos sus pecados pensa:1do en la P a s i ó n d e C r i s t o y aún quería llorarla más. 54

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