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breza . Fr311CÍ3co consideró3e dichoso, el más rico del mundo. ¡En verdad que no le faltaban motivos para ello! Lo3 tres compañeros, especialmente Fray Ovejuela de Dios, participaban de la alegría del san– to Maestro. Como luego verem03, en esta l\1 o n - t a ñ a la amistad íntima de Francisco y el Hermano León se viste de tales gracias, se adorna de tales con– fidencias, que cautiva y embelesa. ¿Qué más podría desear Fray León? AR:110:\"IOSA Y JUBILOSA BIE:\"YE:\;IDA ¡Ya estaba Francisco en la montaña! Y para que su gozo fuera más completo y sus dulzuras más sa– brosas y arrebatadoras, el Padre celestial envióle la b i en v en i d a por medio de tma bandada de pin– tadas avecillas que en presencia del Santo batían las alas y le ofrecían sus gorjeos. De esta manera regalaba el dulcísimo Señor a su enamorado siervo Francisco. El relato de las F l .o re c i 11 as nos dice que «algunas vinieron a posarse sobre su ca– beza, otras en las espaldas, otras, por fin, en las rodillas y manos de nuestro Santo Padre)). Fran– cisco, tan delicado y sensible a los regalos del Padre celestial, no sabía contener ni ocultar su gozo espi– ritual. Poco bastaba al Siervo de Dios, Francisco, para salir fuera de sí, para lanzarse oon ímpetus d2 amor fervoroso, y que contagiaba a cuantos le ro– deaban, a los brazos del Amado. Dirigiéndose a sus compañeros, y sobre todo a Fray León, bueno será hacer notar que todos ellos miraban admirados aque- 33 3

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