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sol de la caridad; Cristo derrama en esa amistad la pureza de la azucena, el perfume del nardo, la hu– mildad de la violeta y el brillante colorido de la rosa. Esa amistad es a2JUl como el firmamento sin nubes, pura, virginal como el aljófar, que la mañana fresca de la primavera deposita en el capullo de las flores que comienza a abrirse y en las hojas de los árboles. FRAY FRANCISCO Y FRAY LEÓN Con tan seductor colorido destaca y atrae la amistad de Francisco con Fray León, la Ovejuela de Dios. Es pura, virginal, endiosada, y uno susña si no renacen los primeros días del paraíso terrenal y de la inocencia del hombre y de la naturaleza entera. No hay exageración, sin con tanta belleza y san– tidad adornada, consideramos la fortísima amistad que unió en Dios y para Dios esas dos almas, tan parecidas, y que el mismo Cristo las unió. 11

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