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bíblica. ¡ Y esto a través de los limpios c,-istales usados por San Francisco de Asís! ¡Ahí es nada!, podríamos decir en exclamación castiza. Cristo y San Francisco; el Evangelio y el fran– ciscanismo. ¿Es que puede inventarse un binomio más calmante que el que brota de conjl1:gar estos dos nombres, Cristo y San Francisco? Pues aquí -en las páginas que siguen- tienes el fruto sazonado de la fusión de estos dos nombres. En una descripción sencilla. a través de una litera– tura fácil y que no cansa -la dificil facilidad de los artistas-, el Padre Santos nos presenta páginas calmantes de ambiente evangélico, encamado en vi– vencias franciscanas de tranquila y gozosa amistad con los hombres y las cosas del Padre Dios. Así, pues, porque te conviene, amigo lector, per– míteme que te repita el consejo ya milenario: «toma y lee», y vive y ama como el ejemplar que se te pone delante: EL AMIGO FRANcrnco. Fa. IsrnRo J\vl.' m: SAHAGÚN

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