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mente dulce que no puede ser alcanzado por nin– guna otra amistad.» AMISTAD CRISTIANA Toda amistad cristiana entre los hombres tiende y se eillcamina derechamente a producir semejantes maravillas, tales efectos como en Francisco; pero no siempre los realiza; no por impotencia suya ni por– que su valor generador se halle ya agotado, la culpa es de los hombres q11e no llegan a entender la esen– cia de la amistad o, si la comprenden, no tardan en bastardearla y pervertirla. Hay que poseer un pala– dar espiritual muy delicado, una voluntad guiada en todo momento por el idealismo cristiano, que sobre– naturaliza, que eleva a regiones muy superiores, sin olvidar las exigencias de nuestra naturaleza, en la que no faltan, a pesar de s,us feas rebeldías, aspira– ciones que publican su ;nobilísimo origen. El corazón, sigamos el uso corriente, experimenta apremiante ne– cesidad de tropezar con el amigo, que busca con verdadero ansiedad y del que espera consoladoras ternezas. Pero ese mismo corazón, en vez de subli– marse, habiendo sentido el contacto del Corazón de Cristo por su gloriosa incorporacióill a su cuerpo místico, se arrastra, pervierte al amigo convirtiéndolo en la satisfacción de apetitos inconfesables. El ami– go, por desgracia y con harta frecuencia, es el cóm– plice de los crímenes y de los bajos instintos del que invoca el sagrado nombre de la amistad para mejor así conseguir lo que le piden con voces pasionales 9

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